Scrutatio

Giovedi, 25 aprile 2024 - San Marco ( Letture di oggi)

Lucas 10


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1Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.2Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.3Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.5En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.”6Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.7Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.8En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;9curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros.”10En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid:11“Hasta el polvo de vuestra ciuadad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca.”12Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.13«¡Ay de ti, Corazin! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido.14Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras.15Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!16«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».17Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».18El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.19Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño;20pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».21En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.22Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».23Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!24Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».25Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?»26El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»27Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo».28Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».29Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»30Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.31Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.32De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.33Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;34y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.35Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”36¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»37El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».38Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.39Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,40mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude».41Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;42y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».