1 Oíd, pues, reyes, y enteded. Aprended, jueces de los confines de la tierra.
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2 Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos.
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3 Porque del Señor habéis recibido el poder, del Altísimo, la soberanía; él examinará vuestras obras y sondeará vuestras intenciones.
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4 Si, como ministros que sois de su reino, no habéis juzgado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios,
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5 terrible y repentino se presentará ante vosotros. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto;
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6 al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente examinados.
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7 Que el Señor de todos ante nadie retrocede, no hay grandeza que se le imponga; al pequeño como al grande él mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado,
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8 pero una investigación severa aguarda a los que están en el poder.
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9 A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendaís sabiduría y no faltéis;
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10 porque los que guarden santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen instruir en ellas, encontrarán defensa.
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11 Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.
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12 Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.
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13 Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan.
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14 Quien madruge para buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada.
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15 Pensar en ella es la perfección de la prudencia, y quien por ella se desvele, pronto se verá sin cuidados.
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16 Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella: se les muestra benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
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17 Pues su comienzo es el deseo más verdadero de instrucción, la preocupación por la instrucción es el amor,
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18 el amor es la observancia de sus leyes, la atención a las leyes es la garantía de la incorruptibilidad
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19 y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios;
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20 por tanto, el deseo de la Sabiduría conduce a la realeza.
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21 Si, pues, gustáis de tronos y cetros, soberanos de los pueblos, apreciad la Sabiduría para reinéis eternamente.
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22 Qué es la Sabiduría y cómo ha nacido lo voy a declarar; no os ocultaré los misterios, sino que seguiré sus huellas desde el comienzo de su existencia, pondré su conocimiento al descubierto y no me apartaré de la verdad.
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23 Tampoco me acompañará en mi camino la envidia mezquina, que nada tiene que ver con la Sabiduría.
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24 Pues la abundancia de sabios es la salvación del mundo y un rey prudente, la estabilidad del pueblo.
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25 Dejaos, pues, instruir por mis palabras: os serán útiles.
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