Scrutatio

Giovedi, 28 marzo 2024 - San Castore di Tarso ( Letture di oggi)

Hechos de los Apóstoles 28


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1Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.2Los nativos nos mostraron una humanidad poco común; encendieron una hoguera a causa de la lluvía que caía y del frío, y nos acogieron a todos.3Pablo había reunido una brazada de ramas secas; al ponerla sobre la hoguera, una víbora que salía huyendo del calor, hizo presa en su mano.4Los nativos, cuando vieron el animal colgado de su mano, se dijeron unos a otros: «Este hombre es seguramente un asesino; ha escapado del mar, pero la justicia divina no le deja vivir».5Pero él sacudió el animal sobre el fuego y no sufrió daño alguno.6Ellos estaban esperando que se hincharía o que caería muerto de repente; pero después de esperar largo tiempo y viendo que no le ocurría nada anormal, cambiaron de parecer y empezaron a decir que era un dios.7En las cercanías de aquel lugar tenía unas propiedades el principal de la isla llamado Publio, quien nos recibió y nos dio amablemente hospedaje durante tres días.8Precisamente el padre de Publio se hallaba en cama atacado de fiebres y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó.9Después de este suceso los otros enfermos de la isla acudieron y fueron curados.10Tuvieron para con nosotros toda suerte de consideraciones y a nuestra partida nos proveyeron de lo necesario.11Transcurridos tres meses nos hicimos a la mar en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba por enseña los Dióscuros.12Arribamos a Siracusa y permanecimos allí tres días.13Desde allí, costeando, llegamos a Regio. Al día siguiente se levantó el viento del sur, y al cabo de dos días llegamos a Pozzuoli.14Encontramos allí hermanos y tuvimos el consuelo de permanecer con ellos siete días. Y así llegamos a Roma.15Los hermanos, informados de nuestra llegada, salieron a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimos.16Cuando entramos en Roma se le permitió a Pablo permanecer en casa particular con un soldado que le custodiara.17Tres días después convocó a los principales judíos. Una vez reunidos, les dijo: «Hermanos, yo, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, fui apresado en Jerusalén y entregado en manos de los romanos,18que, después de haberme interrogado, querían dejarme en libertad porque no había en mí ningún motivo de muerte.19Pero como los judíos se oponían, me vi forzado a apelar al César, sin pretender con eso acusar a los de mi nación.20Por este motivo os llamé para veros y hablaros, pues precisamente por la esperanza de Israel llevo yo estas cadenas».21Ellos le respondieron: «Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta que nos hable de ti, ni ninguno de los hermanos llegados aquí nos ha referido o hablado nada malo de ti.22Pero deseamos oír de ti mismo lo que piensas, pues lo que de esa secta sabemos es que en todas partes se la contradice».23Le señalaron un día y vinieron en mayor número adonde se hospedaba. El les iba exponiendo el Reino de Dios, dando testimonio e intentando persuadirles acerca de Jesús, basándose en la Ley de Moisés y en los Profetas, desde la mañana hasta la tarde.24Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecían incrédulos.25Cuando, en desacuerdo entre sí mismos, ya se marchaban, Pablo dijo esta sola cosa: «Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías:26Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no entenderéis, miraréis bien, pero no veréis.27Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, y con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los cure.28«Sabed, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles; ellos sí que la oirán».30Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había alquilado y recibía a todos los que acudían a él;31predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno.