Scrutatio

Venerdi, 26 aprile 2024 - San Marcellino ( Letture di oggi)

Hechos de los Apóstoles 27


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1Cuando se decidió que nos embarcásemos rumbo a Italia, fueron confiados Pablo y algunos otros prisioneros a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio.2Subimos a una nave de Adramitio, que iba a partir hacia las costas de Asia, y nos hicimos a la mar. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.3Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.4Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.5Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.6Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.7Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone;8y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.9Había transcurrido bastante tiempo y la navegación era peligrosa, pues incluso había ya pasado el Ayuno. Pablo les advertía:10«Amigos, veo que la navegación va a traer gran peligro y grave daño no sólo para el cargamento y la nave, sino también para nuestras propias personas».11Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón que no a las palabras de Pablo.12Como el puerto no era a propósito para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.13Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito; levaron anclas y fueron costeando Creta de cerca.14Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.15La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva .16Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.17Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo; y por miedo a chocar contra la Sirte, se echó el ancla flotante. Así se iba a la deriva.18Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.19Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.20Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba desapareciendo.21Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado este peligro y esta pérdida.22Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de vuestras vidas se perderá; solamente la nave.23Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,24y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.”25Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.26Iremos a dar en alguna isla».27Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.28Sondearon y hallaron veinte brazas; un poco más lejos sondearon de nuevo y hallaron quince brazas.29Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se hiciese de día.30Los marineros intentaban escapar de la nave, y estaban ya arriando el bote con el pretexto de echar los cables de las anclas de proa.31Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si no se quedan éstos en la nave, vosotros no os podréis salvar».32Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer.33Mientras esperaban que se hiciera de día, Pablo aconsejaba a todos que tomasen alimento diciendo: «Hace ya catorce días que, en continua expectación, estáis en ayunas, sin haber comido nada.34Por eso os aconsejo que toméis alimento, pues os conviene para vuestra propia salvación; que ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de su cabeza».35Diciendo esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer.36Entonces todos los demás se animaron y tomaron también alimento.37Estábamos en total en la nave 276 personas.38Una vez satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.39Cuando vino el día, los marineros no reconocían la tierra; solamente podían divisar una ensenada con su playa; y resolvieron lanzar la nave hacia ella, si fuera posible.40Soltaron las anclas que dejaron caer al mar; aflojaron al mismo tiempo las ataduras de los timones; depués izaron al viento la vela artimón y pusieron rumbo a la playa.41Pero tropezaron contra un lugar con mar por ambos lados, y encallaron allí la nave; la proa clavada, quedó inmóvil; en cambio la popa, sacudida violentamente, se iba deshaciendo.42Los soldados entonces resolvieron matar a los presos, no fuera que alguno se escapase a nado;43pero el centurión, que quería salvar a Pablo, se opuso a su designio y dio orden de que los que supieran nadar se arrojasen los primeros al agua y ganasen la orilla;44y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.