Scrutatio

Giovedi, 25 aprile 2024 - San Marco ( Letture di oggi)

Marcos 5


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1Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.2Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo3que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas,4pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.5Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.6Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él7y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes».8Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre».9Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos».10Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.11Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;12y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos».13Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar.14Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.15Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.16Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos.17Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.18Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él.19Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti».20El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.21Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.22Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies,23y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva».24Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.25Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,26y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,27habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.28Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré».29Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.30Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»31Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»32Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.33Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.34El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».35Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos dicendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»36Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe».37Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.38Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos.39Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida».40Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña.41Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate».42La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.43Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.