Scrutatio

Giovedi, 28 marzo 2024 - San Castore di Tarso ( Letture di oggi)

Romanos 8


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1Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús.2Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte.3Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,4a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.5Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual.6Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz,7ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden;8así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.9Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;10mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.11Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros.12Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne,13pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.14En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.15Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!16El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.17Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.18Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.19Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios.20La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontaneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza21de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.22Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto.23Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.24Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?25Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.26Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables,27y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.28Por lo demas, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.29Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogenito entre muchos hermanos;30y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.31Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?32El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?33¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica.34¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?,36como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero.37Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.38Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades39ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.