Scrutatio

Mercoledi, 15 maggio 2024 - Sant'Isidoro agricoltore ( Letture di oggi)

Marcos 6


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EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOSBIBLIA
1 Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.1 Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2 Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
3 ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él.
4 Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa».4 Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio».
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.5 Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6 Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.6 Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
7 Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8 Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero;8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9 que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas».
10 Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.
11 Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».
12 Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión;12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13 expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
14 El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:.14 Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».
15 Otros afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta como los antiguos».15 Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas».
16 Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado».16 Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado».
17 Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18 Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano».18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano».
19 Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20 porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía.20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21 Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22 La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
23 Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino».
24 Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista».
25 La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».
26 El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27 En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28 El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29 Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
30 Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33 Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
35 Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde.35 Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36 Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer».36 Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer».
37 El respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Ellos le dijeron: «Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos».37 El les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
38 Jesús preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver». Después de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes y dos pescados».38 El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver». Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces».
39 El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde,39 Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.
40 y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41 Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.
42 Todos comieron hasta saciarse,42 Comieron todos y se saciaron.
43 y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.43 Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces.
44 Los que comieron eran cinco mil hombres.44 Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
45 En seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46 Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47 Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra.47 Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48 Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.48 Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo.
49 Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar,49 Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
50 porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman».50 pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis».
51 Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor,51 Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos,
52 porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.52 pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
53 Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.
54 Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,54 Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,
55 y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.55 recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba.
56 En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.56 Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.