Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Lucas 7


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1Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm.2Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.3Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.4Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor,5porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga».6Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa;7por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.8Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: "Ve", él va; y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "¡Tienes que hacer esto!", él lo hace».9Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe».10Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.11En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.12Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.13Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores».14Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».15El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.16Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo».17El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.18Juan fue informado de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de ellos,19los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».20Cuando se presentaron ante él, le dijeron: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"».21En esa ocasión, Jesús curó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos.22Entonces respondió a los enviados: «Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres.23¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!».24Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?25¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes.26¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.27El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.28Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.29Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan.30Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de dios para con ellos.31«¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?32Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:"¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!".33Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: "¡Ha perdido la cabeza!".34Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!".35Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos».36Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.37Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.38Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.39Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!»40Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro!, respondió él.41«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.42Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?».43Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien».44Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.45Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.46Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.47Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor».48Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados».49Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?».50Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».