Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Marcos 5


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1Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.2Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.3El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.4Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas pero el había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.5Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.6Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,7gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!».8Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!».9Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos».10Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.11Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.12Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos».13El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales– se precipitó al mar y se ahogó.14Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.15Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.16Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.17Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.18En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.19Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti».20El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.21Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.22Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,23rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva».24Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.25Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias.26Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.27Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,28porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada».29Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.30Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?».31Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?».32Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.33Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad.34Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad».35Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».36Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas».37Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,38fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.39Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme».40Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.41La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate».42En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,43y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.