Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Deuteronomio 2


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1Después dimos vuelta y nos pusimos en camino hacia el desierto, en dirección al Mar Rojo, como me lo había dicho el Señor. Durante muchos días estuvimos dando vueltas alrededor del macizo de Seír.2Hasta que por fin el Señor me dijo:3«Basta ya de dar vueltas alrededor de esta montaña. Ahora diríjanse hacia el norte.4Comunica esta orden al pueblo: Ustedes van a pasar por la región de Seír, donde viven sus hermanos, los descendientes de Esaú, los cuales desconfían de ustedes. Pero atiendan bien:5No los provoquen, porque yo no les daré nada de su territorio, no siquiera el espacio que ocupa la huella de una pisada, ya que el macizo de Seír se lo he dado en posesión a Esaú.6Cómprenles con dinero el alimento que necesitan para comer, y páguenles también el agua que deban.7Porque el Señor, tu Dios, te ha bendecido en todas tus empresas, y te ha protegido mientras caminabas por este gran desierto. Ya hace cuarenta años que el Señor, tu Dios, está contigo y nunca te faltó nada».8Por la ruta de la Arabá, que viene de Elat y de Esión Guéber, bordeamos la región de Seír, donde viven nuestros hermanos, los descendientes de Esaú. Luego dimos vuelta y tomamos el camino del desierto de Moab.9Entonces el Señor me dijo: «Tampoco ataques a Moab ni lo provoques a la guerra, porque no te daré ninguna fracción de su territorio, ya que la posesión de Ar se la he dado a los descendientes de Lot».10–Antiguamente habían estado allí los emíes, un pueblo fuerte, numeroso y de elevada estatura como los anaquitas.11Tanto ellos como los anaquitas eran tenidos por gigantes, pero los moabitas los llaman emíes.12En Seír, en cambio, primero estuvieron los hurritas; pero los descendientes de Esaú los desposeyeron y los exterminaron, instalándose en lugar de ellos, como lo hizo Israel con la tierra que el Señor le dio en posesión–.13«Y ahora, ordenó el Señor, reanuden la marcha y crucen el torrente Zéred».14Desde que salimos de Cades Barné hasta que cruzamos el torrente Zéred, transcurrieron treinta y ocho años: el tiempo suficiente para que muriera toda aquella generación de guerreros, como el Señor se lo había jurado.15Porque el Señor puso su mano sobre ellos, hasta hacerlos desaparecer por completo del campamento.16Cuando ya no quedó en medio del pueblo ninguno de aquellos guerreros –porque todos habían muerto–.17El Señor me habló en estos términos:18«Ahora vas a pasar por Ar, que está en las fronteras de Moab.19Y luego te vas a enfrentar con los amonitas. No los ataques ni los provoques, porque yo no te daré en posesión ninguna fracción de su territorio, ya que se lo he dado en posesión a los descendientes de Lot».20–También este era considerado un país de gigantes. En efecto, allí habitaron antiguamente los gigantes que los amonitas llaman zamzumíes.21Eran un pueblo fuerte, numeroso y de elevada estatura como los anaquitas; pero el Señor los destruyó por medio de los amonitas, que los desposeyeron y se establecieron en lugar de ellos.22Lo mismo había hecho con los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, cuando por medio de ellos destruyó a los hurritas; de esta manera, aquellos desposeyeron a los hurritas y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy.23En cuanto a los avitas, que habitaban en los poblados hasta Gaza, fueron exterminados por los caftoritas, provenientes de Caftor, los cuales se establecieron en lugar de ellos–.24Luego el Señor añadió: «Reanuden la marcha y crucen el torrente Arnón. Yo te entrego a Sijón, rey de Jesbón, el amorreo, con todo su país. Prepárate para iniciar la conquista y provócalo a la guerra.25A partir de este momento, haré que el pánico y el terror se apoderen de todos los pueblos que están bajo el cielo: el que oiga hablar de ti, temblará y se estremecerá de espanto».26Desde el desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con la siguiente propuesta de paz:27«Déjame pasar por tu país. Iré por el camino, sin desviarme ni a la derecha ni a la izquierda.28Véndeme las provisiones necesarias para comer, y darme también a cambio de dinero, agua para beber. Te pido solamente que me dejes pasar.29Como ya me han dejado los descendientes de Esaú, que viven en Seír, y los moabitas de Ar. Así podré cruzar el Jordán y llegar a la tierra que nos da el Señor, nuestro Dios».30Pero Sijón, rey de Jesbón, se negó a dejarnos pasar por su territorio, porque el Señor, tu Dios, había ofuscado su espíritu y endurecido su corazón, a fin de ponerlo en tus manos, como lo está todavía hoy.31Entonces el Señor me dijo: «He decidido entregarte a Sijón con todo su país. Empieza la conquista apoderándose de su territorio».32Sijón nos salió al paso con todas sus tropas, dispuesto a librarnos batalla en Iasá.33Pero el Señor lo puso en nuestras manos y lo derrotamos, a él con sus hijos y todas sus tropas.34Nos apoderamos de todas sus ciudades y las consagramos al exterminio, sacrificando a hombres, mujeres y niños, sin dejar ningún sobreviviente.35Nos reservamos como botín solamente el ganado y los despojos de las ciudades conquistadas.36Desde Aroer, en la ribera del Arnón –incluyendo la ciudad que está en el valle– hasta Galaad, no hubo para nosotros ninguna ciudad inexpugnable: el Señor. nuestro Dios, nos entregó todo.37Pero no te acercaste al país de los amonitas: toda la ribera del torrente laboc, las ciudades de la montaña y todos los lugares que el Señor, nuestro Dios, te había prohibido.