Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

1 Macabeos 1


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1Alejandro de Macedonia, Hijo de Filipo, partió del país de Quitím, y después de derrotar a Darío, rey de los persas y los medos, reinó en lugar de él, en primer lugar sobre la Hélade.2Libró muchas batallas, conquistó plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra.3Avanzó hasta los confines del mundo y saqueó una multitud de naciones. La tierra enmudeció en su presencia y por eso su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo.4Reunió un ejército poderosísimo, y sometió provincias, naciones y dinastías, que le pagaron tributo.5Después cayó enfermo y, comprendiendo que iba a morir,6convocó a sus generales, a los nobles que se habían educado con él desde su juventud y, antes de su muerte, repartió entre ellos su reino.7Alejandro murió después de reinar doce años,8y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada uno en su propia región.9Apenas murió, todos se ciñeron la corona, y sus hijos los sucedieron durante muchos años, llenando la tierra de calamidades.10De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego.11Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: «Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males».12Esta propuesta fue bien recibida,13y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir las costumbres de los paganos.14Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos,15disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.16Cuando Antíoco se sintió seguro de su poder, proyectó apoderarse también de Egipto, para gobernar sobre ambos reinos.17Entonces entró en Egipto con un poderoso ejército, con carros, elefantes, caballería y una gran flota.18Allí atacó a Tolomeo, rey de Egipto. Este retrocedió ante él y huyó, dejando muchos muertos.19Antíoco ocupó las ciudades fortificadas de Egipto y saqueó todo el país.20Después de derrotar a Egipto, emprendió el camino de regreso, el año ciento cuarenta y tres, y subió contra Israel, llegando a Jerusalén con un poderoso ejército.21Antíoco penetró arrogantemente en el Santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro con todas sus lámparas,22la mesa de los panes de la ofrenda, los vasos para las libaciones, las copas, los incensarios de oro, el cortinado y las coronas, y arrasó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo.23Tomó también la plata, el oro, los objetos de valor y todos los tesoros que encontró escondidos.24Cargó con todo eso y regresó a su país, después de haber causado una gran masacre y de haberse jactado insolentemente.25Una gran consternación se extendió por todo Israel.26Gimieron los jefes y los ancianos, languidecieron las jóvenes y los jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó.27El recién casado entonó un canto fúnebre; sentada en el lecho nupcial, la esposa estuvo de duelo.28Tembló la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza.29Dos años después, el rey envió a las ciudades de Judá un recaudador de impuestos, que se presentó en Jerusalén con un poderoso ejército.30El les habló amistosamente, pero con la intención de engañarlos, y después que se ganó su confianza, atacó sorpresivamente a la ciudad y le asestó un terrible golpe, causando numerosas víctimas entre los israelitas.31Luego saqueó la ciudad, la incendió, y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.32Sus hombres tomaron prisioneros a las mujeres y a los niños y se adueñaron del ganado.33Después, levantaron en torno a la Ciudad de David una muralla alta y resistente, protegida por torres poderosas, y la convirtieron en su Ciudadela.34Allí establecieron un grupo de gente impía, sin fe y sin ley, que se fortificó en ese lugar.35Lo proveyeron de armas y víveres, y depositaron allí el botín que habían reunido en el saqueo a Jerusalén. Así se convirtieron en una permanente amenaza.36Esto llegó a ser una acechanza para el Santuario, una cruel y constante hostilidad para Israel.37Derramaron sangre inocente alrededor del Templo y profanaron el Lugar santo.38A causa de ellos, huyeron los habitantes de Jerusalén y la Ciudad se convirtió en una colonia de extranjeros: se volvió extraña para los que nacieron en ella y sus propios hijos la abandonaron.39Su Santuario quedó devastado como un desierto, sus fiestas se transformaron en duelo, sus sábados en motivo de burla y su honor en desprecio.40Tan grande fue su vergüenza como lo había sido su gloria, y su grandeza dio paso a la aflicción.41El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo42y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey43y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.44Además, el rey envió mensajeros a Jerusalén y a las ciudades de Judá, con la orden escrita de que adoptaran las costumbres extrañas al país:45los holocaustos, los sacrificios y las libaciones debían suprimirse en el Santuario; los sábados y los días festivos debían ser profanados;46el Santuario y las cosas santas debían ser mancillados;47debían erigirse altares, recintos sagrados y templos a los ídolos, sacrificando cerdos y otros animales impuros;48los niños no debían ser circuncidados y todos debían hacerse abominables a sí mismos con toda clase de impurezas y profanaciones,49olvidando así la Ley y cambiando todas las prácticas.50El que no obrara conforme a la orden del rey, debía morir.51En estos términos escribió a todo su reino. Además nombró inspectores sobre todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que ofrecieran sacrificios en cada una de ellas.52Mucha gente del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos y causaron un gran daño al país,53obligando a Israel a esconderse en toda clase de refugios.54El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todas las ciudades de Judá.55En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso.56Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban,57y al que se descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real.58Valiéndose de su fuerza, se ensañaban continuamente contra los israelitas sorprendidos en contravención en las diversas ciudades.59El veinticinco de cada mes, se ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos.60A las mujeres que habían circuncidado a sus hijos se las mataba, conforme al decreto,61con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y todos los que habían intervenido en la circuncisión.62Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros;63prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron.64Y una gran ira se descargó sobre Israel.