Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

1 Reyes 20


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1Ben Hadad, rey de Aram, reunió todo su ejército, y acompañado de treinta y dos reyes, con caballería y carros de guerra, subió a combatir contra Samaría y la sitió.2Entonces envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel,3para decirle: «Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro me pertenecen, y también me pertenecen tus mujeres y tus hermosos hijos».4El rey de Israel respondió diciendo: «¡A tus órdenes, rey, mi señor! A ti pertenecemos yo y todos mis bienes».5Pero los mensajeros regresaron y dijeron: «Así habla Ben Hadad: Mando a decirte que me entregues tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos.6Así que mañana, a esta misma hora, te enviaré a mis servidores: ellos registrarán tu casa y las casas de tus súbditos: se apoderarán de todo lo que tú más quieres, y se lo llevarán».7El rey convocó a los ancianos del país y les dijo: «¡Fíjense bien cómo ese hombre trata de arruinarme! Porque cuando me reclamó mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, yo no le negué nada».8Todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: «¡No lo escuches! ¡No aceptes!».9Entonces él replicó a los mensajeros de Ben Had: «Díganle al rey, mi señor: Haré todo lo que me mandaste la primera vez; pero esto otro no lo puedo hacer». Los mensajeros se fueron y llevaron la respuesta.10Ben Hadad le mandó a decir: «Que los dioses me castiguen, si queda bastante polvo en Samaría para que cada uno de mis hombres recoja un puñado».11Y el rey de Israel respondió: «Díganle» ¡No hay que cantar victoria antes de tiempo!».12Apenas oyó esta palabra, Ben Hadad, que estaba bebiendo con los reyes en las tiendas de campaña, ordenó a sus servidores: «¡A sus puestos!». Y ellos tomaron posiciones frente a la ciudad.13Mientras tanto, un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y dijo: «Así habla el Señor: ¿Ves toda esa gran multitud? Hoy mismo la voy a poner en tus manos. Así sabrás que yo soy el Señor».14«¿Por medio de los cuerpos de cadetes que están a las órdenes de los jefes de distritos». Ajab insistió: «¿Y quién librará la batalla?». «Tú», respondió él.15Ajab pasó revista a los cadetes de los jefes de distritos, y eran doscientos treinta y dos. A continuación revistó a toda la tropa, a todos los israelitas, y sumaban siete mil.16Al mediodía comenzaron a salir, mientras Ben Hadad se embriagaba en las tiendas de campaña, junto con los treinta y dos reyes aliados.17Los cadetes de los jefes de distritos salieron en primer lugar. Entonces le avisaron a Ben Hadad: «Unos hombres han salido de Samaría».18El ordenó: «Si salieron en son de paz, captúrenlos vivos, y si salieron en plan de guerra, también captúrenlos vivos».19Una vez que salieron de la ciudad los cadetes de los jefes de distritos, con el ejército detrás de ellos,20cada uno mató al que se le puso delante. Los arameos huyeron, perseguidos por los israelitas. Ben Hadad, rey de Aram, se salvó a caballo con algunos jinetes.21Entonces salió el rey de Israel y se apoderó de los caballos y los carros, infligiendo a Aram una gran derrota.22El profeta se acercó al rey de Israel y le dijo: «Refuerza tu ejército y piensa bien lo que vas a hacer, porque el año que viene el rey de Aram volverá a subir contra ti».23Por su parte, los servidores del rey de Aram dijeron a este: «El Dios de los israelitas es un Dios de las montañas; por eso nos han vencido. Pero luchemos contra ellos en la llanura, y seguramente los venceremos.24Actúa de esta manera: destituye a cada uno de esos reyes y reemplázalos por gobernadores.25Recluta además un ejército tan numeroso como el que perdiste, con otros tantos caballos y carros. Luego lucharemos contra ellos en la llanura, y seguramente los venceremos». El rey escuchó su parecer y procedió así.26Al año siguiente, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afec para librar batalla contra Israel.27También los israelitas fueron revistados y abastecidos de víveres, y partieron a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos, como dos rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban el país.28El hombre de Dios se acercó y dijo al rey de Israel: «Así habla el Señor: Por haber dicho Aram: «El Señor es un Dios de las montañas y no de las llanuras», yo pondré en tus manos esta gran multitud. Así ustedes sabrán que yo soy el Señor».29Durante siete días estuvieron acampados unos frente a otros. Al séptimo día se libró la batalla, y los israelitas derrotaron a los arameos: ¡cien mil hombres de a pie en un solo día!30Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero la muralla se desplomó sobre los veinte mil hombres que aún quedaban. Ben Hadad se refugió en la ciudad, huyendo de un lugar a otro.31Pero sus servidores le dijeron: «Mira, hemos oído decir que los reyes de la casa de Israel son misericordiosos. Pongámonos un sayal y atémonos cuerdas a la cabeza, y rindámonos al rey de Israel. Tal vez así te perdone la vida».32Ellos se ciñeron un sayal y se ataron cuerdas a la cabeza; luego se presentaron al rey de Israel y le dijeron: «Tu servidor Ben Hadad ha dicho: Perdóname la vida». El respondió: «¿Vive todavía? ¡Es mi hermano!».33Los hombres vieron en esto un buen augurio, y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: «¡Ben Hadad es tu hermano!». El rey añadió: «Vayan a buscarlo». Entonces salió Ben Hadad y él lo hizo subir a su propio carro.34Ben Hadad le dijo: «Restituiré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y tú podrás instalar bazares en Damasco, como mi padre los había instalado en Samaría». Yo, por mi parte, replicó Ajab, mediante un pacto, te dejaré partir». Ajab concluyó un pacto en favor de él, y lo dejó partir.35Uno de la comunidad de los profetas dijo a su compañero, por orden del Señor: «¡Golpéame!». Pero el otro se negó a golpearlo.36El le dijo: «Porque no has escuchado la voz del Señor, apenas te alejes de mí te matará el león». Y apenas el otro se alejó de su lado, lo encontró el león y lo mató.37El profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!». El hombre lo golpeó y lo dejó maltrecho.38Luego el profeta fue a apostarse en el camino, a la espera del rey, cubriéndose los ojos con una venda para no ser reconocido.39Cuando el rey pasaba, le gritó: «Tu servidor avanzaba para entrar en batalla, y de pronto un soldado, abandonando las filas, me trajo un hombre y me dijo: «Vigila a este hombre. Si llega a faltar, responderás por él con tu vida, o bien pagarás un talento de plata».40Pero mientras yo estaba ocupado, yendo de acá para allá, el hombre desapareció». El rey le replicó: «¡Está clara tu sentencia! La has pronunciado tú mismo».41El se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas.42Entonces dijo al rey: «Así habla el Señor: Porque has dejado escapar al hombre que yo había consagrado al exterminio, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo».43El rey de Israel se fue a su casa malhumorado y muy irritado, y entró en Samaría.