Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Mateo 27


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1Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.2Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.3Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,4diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Ellos respondieron: «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».5Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó.6Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».7Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros.8Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre».9Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas.10Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.11Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». El respondió: «Tú lo dices».12Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada.13Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?».14Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.15En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo.16Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.17Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?».18El sabía bien que lo habían entregado por envidia.19Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».20Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.21Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás».22Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!».23El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».24Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».25Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».26Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.27Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.28Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.29Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos».30Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.31Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.32Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.33Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo»,34le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo.35Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;36y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo.37Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos».38Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.39Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza,40decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!».41De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:42«¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él.43Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: «Yo soy Hijo de Dios».44También lo insultaban los ladrones crucificados con él.45Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.46Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».47Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías».48En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.49Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».50Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.51Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron52y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron53y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.54El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!».55Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.56Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo.57Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús,58y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.59Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia60y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.61María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.62A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato,63diciéndole: «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: «A los tres días resucitaré».64Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: ¡Ha resucitado!». Este último engaño sería peor que el primero».65Pilato les respondió: «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».66Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.