Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

1 Reyes 3


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1Salomón se emparentó con el Faraón, rey de Egipto; tomó por esposa a la hija del Faraón y la llevó a la Ciudad de David, hasta que terminó de construir su propia casa, la Casa del Señor y el muro en torno de Jerusalén.2Pero como hasta esos días no se había construido la Casa para el Nombre del Señor, el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos.3Salomón amaba al Señor y caminaba según las prescripciones de su padre David. Sin embargo, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos.4El rey fue a Gabaón para ofrecer sacrificios allí, porque ese era el principal lugar alto. Sobre ese altar, Salomón ofreció mil holocaustos.5En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: «Pídeme lo que quieras».6Salomón respondió: «Tú has tratado a tu servidor, David, mi padre, con gran fidelidad, porque él caminó en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón; tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono.7Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.8Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.9Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?».10Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido,11y Dios le dijo: «Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud,12yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.13Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú entre los reyes, durante toda tu vida.14Y si vas por mis caminos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, también te daré larga vida».15Salomón se despertó, y comprendió que había tenido un sueño. Luego regresó a Jerusalén y se presentó ante el Arca de la Alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, e hizo un banquete para todos sus servidores.16Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey.17Una de las mujeres le dijo: «¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.18Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotros dos.19Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.20Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.21A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido».22La otra mujer protestó: «¡No! ¡El que vive es mi hijo!». Y así discutían en presencia del rey.23El rey dijo: «Esta mujer afirma: «Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo». Esta otra dice: «No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío».24Y en seguida añadió: «Tráiganme una espada». Le presentaron la espada,25y el rey ordenó: «Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra».26Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: «¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!». La otra, en cambio, decía: «¡No será ni para mí ni para ti! ¡Que lo dividan!».27Pero el rey tomó la palabra y dijo: «Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!».28Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; y sintieron por él un gran respeto, porque vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.