Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Marcos 10


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1Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.2Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?».3El les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?».4Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».5Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.6Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.7Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre.8y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.9Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».10Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.11El les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;12y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».13Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.14Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.15Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».16Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos17Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».18Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.19Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».20El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».21Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».22El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.23Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!».24Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.25Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».26Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».27Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».28Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».29Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,30desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.31Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros».32Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:33«Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos:34ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará».35Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».36El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?».37Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».38Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?».39«Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.40En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».41Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.42Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.43Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;44y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.45Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».46Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino.47Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!».48Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!».49Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama».50Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.51Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?. El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».52Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.