Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Hechos de los Apóstoles 2


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1Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.2De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.3Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.4Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.5Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.6Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.7Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?8¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?9Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor,10en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma,11judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios».12Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?».13Algunos, burlándose, comentaban: «Han tomado demasiado vino».14Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.15Estos hombres no están ebrios, como ustedes suponen, ya que no son más que las nueve de la mañana,16sino que se está cumpliendo lo que dijo el profeta Joel:17"En los últimos días, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes verán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos.18Más aún, derramaré mi Espíritu sobre mis servidores y servidoras, y ellos profetizarán.19Haré prodigios arriba, en el cielo, y signos abajo, en la tierra: verán sangre, fuego y columnas de humo.20El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que llegue el Día del Señor, día grande y glorioso.21Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará".22Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen,23a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles.24Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él.25En efecto, refiriéndose a él, dijo David: "Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile.26Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza,27porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.28Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia".29Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy.30Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono.31Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción.32A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.33Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen.34Porque no es David el que subió a los cielos; al contrario, él mismo afirma: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha,35hasta que ponga a todos tus enemigos debajo de tus pies".36Por eso, todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías».37Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?».38Pedro les respondió: «Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo.39Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar».40Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa.41Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.42Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.43Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos.44Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común:45vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno.46Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón;47ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.