Scrutatio

Sabato, 27 aprile 2024 - Santa Zita ( Letture di oggi)

Marcos 4


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1Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.2El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:3«¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.4Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.5Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;6pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.7Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.8Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno».9Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».10Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.11Y Jesús les decía: «A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,12a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón».13Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?14El sembrador siembra la Palabra.15Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.16Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;17pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.18Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra,19pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.20Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno».21Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?.22Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.23¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!».24Y les decía: «¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía.25Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene».26Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:27sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.28La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.29Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha».30También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?31Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,32pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra».33Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.34No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.35Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla».36Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.37Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.38Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.39Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.40Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?».41Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen».